“EL MISIONERO Y SU LLAMAMIENTO”

“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:13,14

 

En mi infancia y primera juventud mis padres nunca quisieron que yo fuera pastor, decían: “es una vida muy sufrida”. Se basaban en la   observación, como nuevos creyentes, de la vida de sus pastores. El pastor que los bautizó perdió las uñas de sus pies trabajando en la   construcción del templo, el siguiente tuvo que abandonar la iglesia por las murmuraciones de parte de la congregación, los dos siguientes fueron llevados a prisión injustamente y uno de ellos fue torturado al   extremo. ¿No creen que tenían razón al decirme: “olvídate, no es buena idea que tú seas pastor”? Todo cambió cuando a los 17 años asistí a un campamento de jóvenes y sentí que el Señor me estaba llamando al ministerio. Todavía recuerdo la cara de mi madre cuando le dije que pensaba entrar en el Seminario Bautista de la Habana, enseguida comenzó con sus historias y argumentos tratando de disuadirme para que dejara la idea, todo cambió cuando la tomé por los hombros y mirándole a los ojos le dije: “¡Mami, Dios me ha llamado y no puedo negarme!” Allí terminaron sus dudas, “esta bien, si Dios te llama tienes que ir”. Para ella significaba perder mi presencia física en el hogar, a cambio de la gran bendición de que su único hijo varón fuera un misionero.

 

La clave de todo esta en el verbo “llamar”, del griego “kaleo”, derivado de la raíz kal, de donde se deriva “clamar”, y “clamor”. Es interesante notar la traducción que presenta la versión castellana Reina-Varela del pasaje de Efesios 4:1: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.” Vocación es “Klesis” y llamado es “Kaleo”, como vez es la misma palabra. Vocación es la acción y efecto de llamar y viene del latín “vocati” donde “kal” esta en el centro de la palabra. Llamar viene del latín “clamare” (gritar) del griego “kaleo” (llamar, nombrar) y presente también en el inglés “call”.

 

Como te dije, la clave de todo esta en el verbo “llamar” no por la palabra en sí misma, sino por aquel que hace el llamado: Dios. Cuando Él llama nunca podemos rehusarnos, porque, hacerlo nos pone en grave pérdida espiritual.

 

Veamos en este día las tres llamadas de Dios al misionero:

 

1- Llamados a Creer en Cristo:

2- Llamados a Vivir como Cristo:

3- Llamados a Servir a Cristo:

 

Miami, 25 de octubre 2020 Mes de las Misiones

 

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